La Maldición de Ana: El Juego de Ouija que Desató una Pesadilla
La Tentación del Juego Prohibido
Era una noche como cualquier otra en la vieja casa de los hermanos Alex y Valeria. La casa, una construcción antigua que había pertenecido a su abuela, tenía el tipo de encanto decadente que atraía miradas, pero también despertaba susurros. Todo comenzó cuando Alex, curioso y de espíritu aventurero, encontró una vieja tabla Ouija en el ático. Había oído rumores sobre cómo se usaban estas tablas para comunicarse con el más allá y, con una sonrisa traviesa, convenció a su hermana menor de usar la tabla esa misma noche.
Encendieron una vela y se sentaron en el suelo del cuarto, poniendo la Ouija entre ellos. Al principio, Valeria se reía nerviosa, pero pronto el ambiente se tornó solemne cuando Alex colocó sus dedos sobre el puntero, invitando a Valeria a hacer lo mismo. La luz temblorosa de la vela proyectaba sombras extrañas en las paredes, creando una atmósfera extrañamente opresiva.
“¿Hay alguien aquí con nosotros?”, preguntó Alex en un tono apenas audible.
El puntero se movió lentamente, casi como si un par de dedos invisibles también lo estuvieran empujando. Se detuvo sobre la palabra sí.
La sonrisa de Alex desapareció, mientras Valeria apartaba la mano de inmediato, sintiendo un escalofrío recorrerle el cuerpo. Pero Alex, intrigado, siguió con el “juego”. Preguntó al espíritu su nombre, y el puntero comenzó a deletrear A-N-A.
Sin darse cuenta de que con cada pregunta abrían una puerta más profunda hacia algo desconocido, siguieron jugando hasta que la vela parpadeó y se apagó de golpe, sumiéndolos en la oscuridad.
La Primera Noche
Esa noche, mientras ambos intentaban conciliar el sueño, comenzaron los primeros signos de que no estaban solos. Valeria escuchó pasos que crujían en el pasillo, justo frente a la puerta de su habitación. Al principio pensó que era su hermano, pero cuando abrió la puerta, encontró el pasillo vacío y oscuro.
A la mañana siguiente, Alex también confesó haber tenido una noche inquietante. Sentía que alguien lo observaba desde el rincón de su cuarto, aunque cada vez que encendía la luz, no había nadie allí. Pensaron que solo estaban sugestionados por la Ouija, que se trataba de sus mentes jugándoles una mala pasada… hasta que las cosas empeoraron.
La Señal en el Espejo
Unos días después, mientras se preparaban para ir a la escuela, Valeria notó algo extraño en el espejo del baño. Al principio parecía un simple empañamiento, pero cuando se acercó, vio algo escrito en el vapor: ANA.
De inmediato llamó a su hermano, quien también quedó helado ante la visión. Decidieron limpiar el espejo y tratar de olvidar lo sucedido, pero ahora la presencia parecía estar en cada rincón de la casa. Las luces parpadeaban de forma inexplicable, y las puertas se cerraban solas. Alex comenzó a sospechar que había algo más oscuro detrás de ese nombre, algo que no querían ver.
Ruidos en la Madrugada
Aquella noche, despertaron al oír un murmullo que resonaba desde el sótano. Ambos se levantaron y, armándose de valor, bajaron las escaleras. El sótano estaba oscuro, y el aire era denso, como si en vez de oxígeno respiraran un miedo puro y opresivo.
Al encender la linterna, vieron una figura espectral al final del pasillo, observándolos fijamente. Era una mujer de cabello largo y oscuro, con la piel pálida y los ojos hundidos, como si perteneciera a otro tiempo.
“Dejen mi casa,” susurró la figura antes de desaparecer en las sombras.
La Revelación
Desesperados, los hermanos investigaron más sobre la historia de la casa y descubrieron que, hacía muchos años, una mujer llamada Ana había vivido allí. Fue acusada de practicar magia negra y fue encontrada sin vida en circunstancias misteriosas. La leyenda decía que su espíritu nunca había abandonado la casa, y que cualquiera que intentara invocarla quedaba atrapado en un ciclo de terror y locura.
Alex y Valeria comprendieron que habían despertado algo que no podían controlar. Asustados, decidieron destruir la Ouija y pedir ayuda, pero para entonces, la presencia de Ana se había vuelto tan intensa que parecía que los acechaba incluso en sus sueños.
El Último Aviso
Esa misma noche, un grito helado los despertó. Cuando abrieron los ojos, vieron a la figura de Ana parada al pie de sus camas, extendiendo sus brazos hacia ellos. Intentaron correr, pero sus piernas no respondían, como si una fuerza invisible los hubiera atrapado en sus propios cuerpos.
“Dejen mi casa… o nunca volverán a estar en paz”, susurró ella una última vez, su voz rasgada y llena de un odio profundo.
La Huida
Con el primer rayo de sol, los hermanos huyeron de la casa, dejando atrás sus pertenencias y los recuerdos de su infancia. Solo se llevaron una cosa: el miedo profundo y persistente que les causó aquella noche en que, por un juego imprudente, cruzaron la línea que separa a los vivos de los muertos.
Desde entonces, ni Alex ni Valeria volvieron a acercarse a una Ouija. Y aunque trataron de seguir adelante, siempre sintieron que alguien o algo los observaba, esperando el momento perfecto para volver a recordarles que hay cosas que nunca deben ser despertadas.
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