“Siempre fui escéptico”. Así empieza todo. Nunca creí en fantasmas, ni en cosas raras. Pero ahora… desearía que todo hubiera sido mi imaginación.
Hace unas semanas, empecé a escuchar ruidos en el apartamento de al lado. Un lugar vacío desde hace años. Al principio eran cosas pequeñas: pasos ligeros, como si alguien caminara descalzo. Luego vinieron los murmullos. Susurros tan bajos que apenas podía entenderlos. Parecía una voz… triste.
Una noche, no aguanté más. Me acerqué a la pared y apoyé la oreja. “Ven… aquí”, susurró una voz tan clara que sentí que el aire se congelaba. Mi corazón se aceleró, pero algo dentro de mí me empujó a seguir.
La puerta del apartamento estaba abierta. Nunca había estado así. Entré, y un frío extraño me envolvió. El lugar estaba cubierto de polvo, pero los pasos seguían sonando… llevándome hacia una habitación al fondo.
Cuando abrí la puerta… vi algo que jamás podré olvidar.
Era un espejo. Viejo, agrietado… y en él, mi reflejo no se movía. Me miraba… fijo. Y sonreía. Pero yo no estaba sonriendo.
Di un paso atrás, pero mi reflejo… no. Seguía ahí, mirándome. Entonces, dijo con mi voz:
“Por fin…”
Sentí un tirón fuerte y todo se volvió oscuro. Cuando abrí los ojos… estaba dentro del espejo. Ahora, cada noche, soy yo quien susurra. Esperando… a que alguien más venga.
“Ven… aquí.”

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