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El Hombre de los Pasillos: La Maldición que Te Observa a Medianoche

El Hombre de los Pasillos

El Hombre de los Pasillos

Todo comenzó cuando Eduardo se mudó a un viejo edificio en el centro de la ciudad. Era una estructura gris, de apariencia descuidada, pero con un precio increíblemente bajo para su ubicación. Los pasillos eran largos y oscuros, y siempre olían a humedad. La primera noche en su nuevo departamento, al regresar de una larga jornada de trabajo, Eduardo sintió que alguien lo observaba. Aunque miró por todos lados, no vio a nadie.

A la medianoche, mientras intentaba dormir, escuchó unos pasos lentos y pesados en el pasillo, justo fuera de su puerta. Se levantó, abrió la puerta y miró hacia ambos lados. No había nadie. Pensó que podría haber sido su imaginación, o tal vez uno de los vecinos que volvía tarde a casa. Sin embargo, esa noche tuvo una pesadilla en la que un hombre alto y delgado, con un rostro pálido y ojos oscuros, se acercaba lentamente por el pasillo hacia él.

Las Sombras en el Pasillo

Los días pasaron, y Eduardo comenzó a notar cosas extrañas. Cada noche, justo a la medianoche, escuchaba esos mismos pasos pesados en el pasillo. Sin embargo, al revisar siempre encontraba el pasillo vacío. Decidió ignorarlo y atribuirlo a los ruidos normales de un edificio antiguo. Sin embargo, una noche, mientras volvía tarde del trabajo, al girar en una esquina del pasillo, vio una sombra alta y oscura que desapareció al final del corredor.

Aquella visión lo dejó paralizado. Se frotó los ojos, pensando que estaba alucinando. Pero, al girar nuevamente, vio al hombre de sus sueños de pie, a lo lejos, mirándolo. La figura era casi etérea, pero sus ojos, fríos y vacíos, lo seguían. Eduardo parpadeó y, al abrir los ojos, el hombre había desaparecido.

La Vecina

Una mañana, mientras salía de su departamento, Eduardo se cruzó con una vecina mayor que vivía al final del pasillo. Ella lo miró con cierta lástima y le dijo en voz baja: “Ten cuidado con el hombre de los pasillos. Él siempre regresa.” Sorprendido, Eduardo le preguntó qué quería decir, pero la mujer solo le sonrió débilmente y se alejó.

Intrigado, buscó información sobre el edificio y descubrió que, años atrás, un hombre había desaparecido sin dejar rastro. Era un vecino solitario que siempre paseaba por los pasillos en las noches. Nunca lo encontraron, y algunos decían que aún vagaba por los corredores, buscando una salida.

La Medianoche

Esa noche, cuando el reloj marcó la medianoche, Eduardo decidió enfrentar su miedo. Se paró en la puerta de su departamento, esperando escuchar los pasos. Esta vez, en lugar de ignorarlos, salió al pasillo y caminó hacia donde solía ver la sombra. Al final del corredor, vio la figura del hombre de pie, inmóvil, esperándolo. Eduardo, con el corazón latiendo frenéticamente, dio un paso hacia él.

La figura levantó lentamente un brazo, señalándolo. Su rostro, aunque borroso, parecía desfigurado y triste, como si estuviera atrapado en un estado de desesperación eterna. Eduardo sintió un frío inexplicable recorrerle el cuerpo y quiso gritar, pero su voz no salía. Con cada paso que daba hacia el hombre, el pasillo parecía alargarse, como si intentara mantenerlo a una distancia infinita.

El Reflejo en el Espejo

Al regresar a su departamento, Eduardo se sintió extraño, como si algo dentro de él hubiera cambiado. Se miro en el espejo, notó que sus ojos tenían un tono oscuro, como los del hombre que había visto en el pasillo. Al día siguiente, en el trabajo, sus compañeros lo miraban con extrañeza, y uno incluso le preguntó si estaba bien, ya que tenía una expresión “vacía”.

Esa noche, Eduardo escuchó de nuevo los pasos en el pasillo, pero esta vez parecían más cerca, como si alguien caminara directamente hacia su puerta. Con miedo, se acercó a la puerta y miró por la mirilla, pero no vio a nadie. Cuando se dio la vuelta, el hombre estaba allí, de pie en su sala. Eduardo no pudo gritar, ni moverse. La figura solo lo miraba, en silencio.

La Maldición

Eduardo comenzó a notar que se estaba volviendo más parecido al hombre de los pasillos. Cada noche, al caer la medianoche, se encontraba de pie en el pasillo, mirando hacia el vacío. No recordaba cómo había llegado allí, pero sentía una fuerza extraña que lo empujaba a deambular, a ser parte de aquel lugar oscuro y solitario.

Desesperado, intentó buscar ayuda, pero nadie parecía entender lo que estaba viviendo. Incluso sus propios recuerdos se empezaban a desvanecer. Un día, volvió a cruzarse con la vecina mayor. Ella lo miró con tristeza y le dijo: “Ahora tú eres el hombre de los pasillos. Siempre hay uno. La maldición se transfiere al que ve su rostro.”

La Eternidad en los Pasillos

Finalmente, Eduardo comprendió que estaba atrapado. Al llegar la medianoche, sus pensamientos se desvanecían, y solo quedaba la necesidad de caminar por los pasillos, de vigilar, de ser esa sombra que él mismo había visto al principio. Los recuerdos de su vida anterior se volvieron un eco lejano. Ahora, era él quien observaba a los nuevos inquilinos, esperando que alguno lo viera, que cruzara miradas con él y que, al igual que él, quedara atrapado en los eternos pasillos de ese edificio maldito.

Y así, noche tras noche, Eduardo camina en el silencio del edificio, esperando su liberación… y su reemplazo.

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